No pudieron definir la victoria, pero podrían ser claves para la gobernabilidad.
Esta campaña electoral ha lanzado los reflectores sobre la pobreza del sur andino. Ollanta Humala se ofrece a ser su voz política. Alan García anuncia que los priorizará en su esfuerzo administrativo. A primer vista nunca esas regiones han estado mejor servidas en lo político. No pudieron definir la victoria, pero podrían se claves para la gobernabilidad.
El mejor escenario sería una alianza APRA-UPP para emprender la tarea. El segundo mejor una competencia constructiva entre las dos fuerzas. El problema es que el esfuerzo ya ha sido emprendido antes, con buena voluntad pero con pobres resultados, incluso por el propio García en los años 80. Algo tiene que cambiar.
Por la dinámica de las campañas electorales ningún candidato, hasta donde sabemos, presentó un diagnóstico cabal sobre en qué consiste el problema de estas regiones tan difíciles de ayudar. Pero es hora de que los diagnósticos en este tema empiecen a aparecer y a ser debatidos, antes de que las elecciones de noviembre compliquen las cosas.
El Acuerdo Nacional puede ser un marco adecuado para este debate, sobre todo en sus puntos ocho (descentralización) y diez (pobreza). Pero son planteamientos que necesitan aterrizar en iniciativas concretas y una de las primeras oportunidades de que el nuevo gobierno muestre una capacidad de liderar y concertar.
No es un desafío fácil. Hay éxito macroeconómico pero el excedente de la caja fiscal es pobre. El sur andino no es la única región que aloja gente con necesidades apremiantes. Son muchos los lugares donde la geografía no colabora, y la emigración ha hecho lo suyo. Socioeconómicamente casi podría hablarse de un país dentro de otro.
A pesar de los hidalgos esfuerzos del gobierno saliente y quienes colaboraron con él, la noción de lucha frontal contra la pobreza ha fracasado. Lo cual ha vuelto a demostrar que sin dinero el puro asistencialismo no resuelve el problema (y con dinero también, como lo está demostrando Hugo Chávez en Venezuela). La regionalización ayudó más, pero tampoco mucho.
No hay, pues, forma de escapar a la ecuación que junta inversión, empleo e ingresos. Lo que sí se puede evitar es la cómoda idea de que la inversión privada por sí sola resolverá el problema. Un decenio y medio de bonanza minera lo ha demostrado hasta el cansancio, y en términos psicológicos, una dimensión nada desdeñable, incluso ha empeorado las cosas.
La tarea supera las posibilidades de un solo gobierno, incluso uno eficaz, y por ellos debe ser algo más que una bandera electoral, la solución de una emergencia o un discurso regionalista. Poco podrá lograrse sin una revolución cultural. No la de China, que produjo más penuria que soluciones, sino la peruana que nos debemos desde el s.XIX.
Fuente: La República – OPINIÓN
Fecha: Martes 06 de junio de 2006